Pese a que este fenómeno es raro que ocurra en territorio mexicano existe una razón especial por la cual se hizo presente.
De acuerdo con la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), las condiciones geomagnéticas en la atmósfera del hemisferio norte son las más extremas que se registran desde octubre de 2003, dando lugar a que la aurora se vea en lugares donde es muy poco frecuente.
Dicha agencia científica emitió una alerta en la escala G5, la máxima en su baremo, tras varios días de intensa actividad solar que se acrecentaron, pues una tormenta geomagnética de ese nivel puede causar problemas en la red eléctrica, incluso apagones, la navegación, la radio y las operaciones por satélite.
Las auroras polares son el resultado de la interacción de las partículas eléctricas del viento solar con los átomos y moléculas que se van encontrando en la parte más alta de la atmósfera. Dependiendo del tipo de átomo o molécula, se generan los distintos colores que dan tanta vistosidad al fenómeno
Las auroras polares son uno de los fenómenos naturales de mayor belleza, a lo que contribuye su vistoso colorido. Aunque –como su propio nombre indica– se observan en las regiones polares, ocasionalmente también es posible verlas en latitudes medias, e incluso en el ámbito subtropical y tropical; lo que ocurre cuando acontecen grandes tormentas geomagnéticas.
Las auroras polares del hemisferio norte se conocen como boreales (aurora borealis) y las del sur como australes (aurora australis). El término “aurora boreal” lo acuñó el científico francés Pierre Gassendi (1592-1655) en 1621, ya que las tonalidades que observó en el cielo, con motivo de alguna aurora boreal que debió verse en su época en Francia, le recordó a los colores de la aurora, al alba, antes de la salida del sol.
Si buscamos imágenes de auroras polares en Internet comprobaremos cómo prácticamente todas ellas son espectaculares, en buena medida por la intensidad de sus colores. La mayoría están retocadas con programas de edición fotográfica, pero ni mucho menos desvirtúan la espectacularidad del fenómeno cuando se observa a cielo abierto, tal y como lo atestiguan todas las personas que han vivido esa experiencia.
¿Qué provoca esos colores tan espectaculares?
Para entender la razón de ser del despliegue de colores que nos brindan las auroras polares, hay que entender las causas que las provocan. Son el resultado de la interacción del viento solar con los átomos y moléculas presentes en la parte alta de la atmósfera terrestre.
El citado viento solar es el nombre que recibe el flujo de cargas eléctricas altamente energéticas que el sol irradia en todas las direcciones. Esas partículas escapan de la superficie solar a velocidades comprendidas entre los 300 y los 800 km/s. Los “puntos calientes” del sol son las manchas solares (que curiosamente vemos oscuras sobre su ardiente superficie), y de ellas surgen potentes eyecciones que atraviesan la corona solar y lanzan al espacio una especie de “estornudo” de radiación de altas energías.
Cuando, por casualidad, uno de ellos se dirige hacia la posición que ocupa nuestro planeta en el espacio, se empieza a gestar lo que hemos bautizado como una tormenta solar o geomagnética, que, entre otros fenómenos de naturaleza eléctrica, generará auroras polares.